martes, 17 de junio de 2008

POBLACIÓN Y REGIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS DE VENEZUELA.



Crecimiento de las ciudades de Venezuela .

Como casi todos los países de América Latina, Venezuela se ha visto sometida, durante el siglo XX, a un intenso proceso de urbanización de sus habitantes. En efecto, la migración del campo a la ciudad es el fenómeno demográfico de mayor relieve en la historia moderna del país.

En 1950, el 47,4 por ciento de la población venezolana era considerada como población urbana; once años después, en 1961, este peso relativo de la población urbana aumentó hasta ubicarse en un 62,1 por ciento; en el siguiente período intercensal, es decir el que va hasta 1971, esta corriente migratoria hacia las ciudades siguió en ascenso, alcanzando la población urbana una importancia relativa del 72,8 por ciento. Aunque las estadísticas muestran que a partir de 1961 el ritmo de migración anual disminuye, en términos relativos la población urbana para 1981 representaba el 80,3 por ciento del total; el fenómeno alcanzaba una proporción estimada en 84,1 por ciento para el último censo y se estima que para el año 2010 el 90 por ciento de la población venezolana vivirá en núcleos urbanos.

En términos generales, puede afirmarse que, en el transcurso de veinte años, la población venezolana pasó de ser preponderantemente rural a poseer un marcado perfil urbano. Este acelerado proceso ha determinado graves desequilibrios, sobre todo en el menoscabo de la calidad de vida; esta situación afecta en especial a la regresión del sistema económico agrario, debido a los amplios sectores de población campesina que migran a las ciudades buscando mejores condiciones de existencia, pero que en general no logran satisfacer ese anhelo.
Crecimiento de las ciudades

Las ciudades más grandes han sido las principales receptoras de los movimientos migratorios internos y externos, que han alcanzado particular intensidad desde mediados del siglo XX. En 1950, el 20,8 por ciento de los habitantes residían en ciudades que superaban los cien mil habitantes; en el último censo, en cambio, esa proporción alcanzaba el 49,6 por ciento. En efecto, este proceso se ha precipitado marcando una tendencia al crecimiento, en primer lugar, del área metropolitana de Caracas, con marcados rasgos de megalópolis, debido a las características geográficas de su núcleo urbano y a las ciudades satélites en torno a su área de influencia.
Otro fenómeno propio de este proceso es la consolidación de algunas ciudades capitales de estado e incluso capitales de municipio, que adquieren relevancia regional al convertirse en receptoras de grandes contingentes poblacionales de sus respectivas circunscripciones. En algunos casos, este proceso adquiere características espectaculares, como es el caso de Ciudad Guayana, capital del municipio Caroní, en el estado Bolívar. Esta ciudad, que se fundó en 1961 mediante la unión de los centros poblados de San Félix, Puerto Ordaz, Carichana y Castillito, alcanzó en poco más de tres décadas medio millón de habitantes, impulsada por la actividad minera.

Por otra parte, el surgimiento y consolidación de ciudades medias, en particular las de tipo emergente, es un fenómeno que ha adquirido cierta relevancia, por cuanto se han convertido en un polo de atracción, no sólo de población rural, sino de inmigrantes extranjeros. En los últimos años hay que hablar además de un proceso migratorio, aunque aún de características discretas, de movilidad de la población del área metropolitana de Caracas y de algunas metrópolis regionales hacia las ciudades medias, en especial las ubicadas en zonas de explotación petrolera.
El damero hispánico

Las características de los procesos de migración interna originaron una morfología urbana marcada por la coexistencia de múltiples espacios, muchas veces mal comunicados entre sí, como es el caso del núcleo consolidado, los espacios subintegrados y los paisajes informales.
Al contrario de los grandes países de larga tradición urbana, en Venezuela el espacio efectivamente ocupado ha quedado definido desde la Conquista, cuando los españoles fundaron las primeras ciudades como punto de apoyo para el avance territorial. La forma de ocupación del territorio que impuso la Colonia y la función que desempeñaron estos núcleos para la metrópoli se acentuaron con la ocupación del espacio comprendido en la zona Centro-Norte-Costera, en donde se fundaron algunas de las ciudades más importantes, siguiendo los criterios de planificación de las ciudades españolas. Éstas se establecían según el diseño en damero o cuadrícula, con la ubicación en el centro de la ciudad de los poderes públicos, políticos y religiosos a fin de facilitar la organización y prestación de los servicios.

Esta pauta de organización del espacio urbano se mantuvo sin cambios significativos durante más de dos siglos, hasta finales del XIX, cuando se inició el proceso de descomposición de la estructura agrícola, surgiendo formas de producción precapitalistas que estimularon el inicio del éxodo rural hacia las ciudades.

La concentración demográfica.

La explotación petrolera y la industrialización acentuaron la tendencia de ocupar la región Centro-Norte-Costera, pues originaron un proceso de urbanización creciente, que invirtió las proporciones de la población rural y urbana en el término de cuatro décadas, esto es, de forma explosiva.

Esta reversión fue determinada por la política estatal, consistente en la utilización de las rentas derivadas de la explotación petrolera en la apertura de fuentes de trabajo y en la instalación de una infraestructura y equipamiento básico superior a los ofrecidos en el medio rural. De esta forma, la metropolización de las ciudades consolidó la desigual distribución demográfica; el 85 por ciento de la población se ubica en las zonas urbanas, y de ella un porcentaje significativo en una zona que representa sólo el 11,33 por ciento del territorio nacional.

El área metropolitana de Caracas se convirtió así en un subespacio receptor de recursos, migraciones e inversiones reproductivas, al tiempo que se daba un proceso de sustitución de importaciones con alta incidencia de capital transnacional, según sostiene Alejandro Rofman. Por otra parte, el proceso de rápida acumulación de población en los espacios urbanos determina la configuración de los respectivos conglomerados, reflejando la dinámica de clases que se da en el espacio urbano y la segregación de los procesos socioeconómicos. Debe señalarse además la importancia del Estado en la distribución desigual de los beneficios generados por la sociedad, tanto en las relaciones de trabajo, donde los niveles de salario constituyen la expresión más evidente, como en lo que concierne a los servicios de consumo colectivo, es decir los de transporte, salud y saneamiento, vivienda, redes de agua y alcantarillado, pavimentación, electrificación y educación. Estas prestaciones son indispensables para la reproducción de las fuerzas de trabajo.

Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO

La inmigración en Venezuela durante el siglo XX.

Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, el fenómeno de la inmigración tiene una importancia secundaria en el perfil demográfico de Venezuela. La guerra de Independencia y las subsiguientes guerras civiles son los principales factores que influyeron en ello. Por otra parte, pocos fueron los esfuerzos que se hicieron desde el poder para lograr algún progreso en tal sentido. Son dignos de mención los asentamientos de extranjeros en la Colonia Tovar, Colonia Mendoza y otros de menor importancia. Los registros de población extranjera así lo evidencian: en 1873 la proporción de extranjeros respecto a la población total era del 1,7 por ciento; en 1891, el valor seguía siendo muy semejante. La inmigración del siglo XIX tuvo un carácter esencialmente colonizador; el propósito era el de incrementar la mano de obra agrícola con personal cualificado. Pero el impacto de los inmigrantes fue irrelevante en la dinámica social del país.

Durante el siglo XX se desarrollaron sucesivamente oleadas inmigratorias de poca importancia. En 1920 se registraban 28.620 extranjeros, es decir, un 1,2 por ciento de la población total; en 1936, un 1,3 por ciento, y para 1941, idéntica proporción. Este fenómeno inmigratorio se puede caracterizar como estacionario, de poca relevancia en la composición de la población.
Inmigración tras la Segunda Guerra Mundial

En cambio, la inmigración se convirtió en un factor importante de expansión tras la Segunda Guerra Mundial. Venezuela comenzó a absorber una creciente inmigración, proveniente sobre todo del continente europeo, a consecuencia del deterioro de las condiciones de vida como consecuencia de una larga y devastadora contienda bélica. En el censo de 1950 se registró la estancia en el país de aproximadamente 209.000 extranjeros, que representan el 4,1 por ciento de la población total. Esa cifra aumentó en el empadronamiento de 1961 a 541.563 extranjeros, que llegaba a representar el 7,2 por ciento. Comenzaba así un segundo ciclo en la historia de la inmigración en Venezuela. El gráfico muestra la participación de los inmigrantes en la población de Venezuela entre 1873 y 2000.

Venezuela ha sido uno de los países latinoamericanos que más inmigrantes recibió después de la Segunda Guerra Mundial, de modo que este contingente empezaría a incidir de forma más visible dentro de los comportamientos característicos de la sociedad venezolana. La incidencia más interesante probablemente está en el ámbito del empleo y en la producción adicional aportada por el inmigrante. En general, se acepta que el inmigrante ha sido un competidor de la mano de obra criolla. Sin embargo, salvo algunas excepciones en los últimos años, la oferta agregada de trabajo proveniente de los extranjeros europeos llegados en las oleadas de 1936-1961 ha sido inferior a la demanda, de ahí que la producción de éstas haya mejorado, por efecto competitivo, la utilización de los recursos humanos del país. Esta y otras razones han determinado que la población extranjera llegada en la posguerra no haya sido un elemento desplazante o competitivo de la mano de obra local. Desde el punto de vista tecnológico, el extranjero se encontraba en un nivel superior al nativo de la época, de ahí que, por lo general, no aceptara condiciones inferiores a las de los nacionales.

En 1971 se inicia una tercera etapa en el proceso inmigratorio en Venezuela. Para esa fecha los extranjeros alcanzaban la cifra de 598.654, lo que representaba el 5,6 por ciento de la población total. Para 1981 se registraban 667.519 extranjeros, que representaban el 7,4 por ciento de la población total. Esta tendencia al aumento se verificó en el censo de 1990, en el que se registraron 1.023.250 habitantes nacidos en el extranjero, lo que representa una proporción del 5,7 por ciento del total de población. Sin embargo, se sabe que existe un número importante de extranjeros indocumentados que, por lo tanto, no figuran en los padrones ni en los censos; se estima que más de 200.000 personas están en esa situación.
Flujos desde países vecinos

La última oleada inmigratoria tiene una connotación diferente a las anteriores. El contingente mayor de esta población lo representan personas venidas de países vecinos, atraídas por el auge de la economía venezolana a partir del aumento de los precios del petróleo, desde mediados de la década de 1970. El mayor número de inmigrantes corresponde a los colombianos, cuyo impacto en la sociedad alcanzaba al 1,7 por ciento en 1971, al 3,5 por ciento en 1981 y al 2,9 por ciento en 1990. En importancia le siguen los extranjeros procedentes de Perú (0,2 %), Chile (0,1 %) y Ecuador (0,1 %), según datos del último censo. De otros países de América Latina, principalmente de República Dominicana y Haití, inmigraron el 0,5 por ciento de la población total de Venezuela.

El considerable número de inmigrantes colombianos no ha dejado de tener su impacto en la estructura de la población venezolana, con una influencia y penetración importantes. Parte sustancial de la población indocumentada colombiana se encuentra en el estado fronterizo de Táchira, en un número estimado en torno a las 50.000 personas. La vecindad entre ambos países hace relativamente sencilla la inmigración de uno a otro, fenómeno que se incrementa con el desnivel salarial entre ambos. No obstante, el censo de 2001 dejó ver una tendencia a la disminución de la inmigración, asociada a los serios desajustes sufridos por la economía venezolana que, en consecuencia, luce menos atractiva tanto para la población de los países vecinos como para la del resto del mundo.

El problema de la inmigración ilegal La problemática de las migraciones no controladas en el país, provenientes de Colombia, está ligada al despoblamiento y aislamiento que existe a lo largo de las líneas limítrofes, como consecuencia de la desigual distribución de la población, y a la situación de Colombia, país con el cual comparte aproximadamente 2.200 km de líneas fronterizas.Venezuela presenta condiciones económicas, políticas y sociales atractivas para la población colombiana, sometida a los avatares de la violencia guerrillera, el narcotráfico y la delincuencia común. El traslado a territorio venezolano se realiza mayoritariamente de forma ilegal, favorecido por la carencia de un plan de desarrollo fronterizo dinámico, que establezca controles definitivos y resguardo de la soberanía, y haga énfasis en la vigilancia de las zonas limítrofes y fronterizas.Las consecuencias de esta movilización se manifiestan en el elevado número de colombianos localizados en el país, aproximadamente unos 2.500.000, de los cuales un porcentaje elevado (en torno al 75%) se halla en condiciones de ilegalidad. Las características de esta población -un bajo nivel educativo, que los destina a ejercer como mano de obra no cualificada- hace que se dediquen a actividades marginales dentro del sistema productivo, tales como servicio doméstico, buhonería (comercio informal), etc. Esta inserción marginal impone una carga adicional al Estado venezolano, por la presión que ejercen en la prestación de servicios, salud, vivienda, educación o agua potable. Por otra parte, buena parte de estos inmigrantes ilegales contribuye a ensanchar las zonas más deprimidas de las principales áreas metropolitanas del país.
El final de un proceso

Durante la década de 1980 se verificaron cambios en el orden político, económico y social que revirtieron las condiciones que hacían de Venezuela un país atractivo para los inmigrantes. Al mismo tiempo los países de Europa -España, Italia y Portugal-, de donde provenían mayoritariamente los inmigrantes llegados a Venezuela durante los años cincuenta, han mejorado sustancialmente sus condiciones de vida, por lo que dejaron de ser emisores de población migrante. Por otra parte, la situación de algunos países de América Latina, que durante los años setenta y parte de los ochenta estuvieron dominados por regímenes autocráticos y una profunda recesión, revirtieron en buena medida tal situación, alcanzando una etapa de relativa estabilidad política y económica que dejó de empujar a sectores de la población hacia la búsqueda de regiones más prósperas entre los países vecinos.

En ese marco, no sólo es comprensible que cesaran las corrientes inmigratorias hacia Venezuela, sino que además comenzaran a producirse movimientos de retorno tanto a España, Italia y Portugal, como a Colombia, Ecuador y Perú, movimientos que han quedado reflejados en los saldos negativos registrados por la Dirección de Extanjería (DEX). Las razones señaladas, sumadas al efecto de la reducción de la mortalidad, explican la variación en el número de ciudadanos venezolanos nacidos en el extranjero durante el más reciente período intercensal. En el último censo declararon haber nacido en el exterior el 5,7 por ciento de los habitantes del país. Tal participación significa una disminución notable respecto a la importancia relativa alcanzada en 1981, que había sido del 7,4 por ciento. El conjunto de los españoles, portugueses e italianos, que en 1981 representaban el 29,5 por ciento de los nacidos en el exterior, redujeron su peso relativo al 22,9 por ciento en el último censo. Mientras que los colombianos, dada su procedencia de un país fronterizo, continúan conformando la corriente inmigratoria mayoritaria, al constituir el 47,3 por ciento de los nacidos en el exterior en el censo de 1981, y el 51,8 por ciento en el de 1990.


Concentración espacial de los inmigrantes En el último censo, la población nacida en el exterior mantenía el patrón de concentración espacial observado en censos anteriores. Casi el 80 por ciento se localiza en apenas siete estados.De un lado, dos de las entidades fronterizas, Zulia y Táchira, captan el 25,5 por ciento de la población venezolana de origen extranjero, fundamentalmente de procedencia colombiana. En contraste, el conjunto regional centro-norte costero concentra el 54,3 por ciento de los nacidos en el exterior, principalmente en el Distrito Federal y los Estados Aragua, Carabobo y Miranda.

Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO

domingo, 4 de mayo de 2008

Fenómenos Atmosféricos. Hidrogafía y Vegetación.


La Tropicalidad, Elemento Predominante del Clima de Venezuela.

Para el ciudadano común, la tropicalidad es la suma de las características ambientales de los trópicos y de la manera de ser y estar en estas regiones, la forma de convivir con los rasgos del clima y el ambiente tropical, una cualidad que impacta mucho más sobre quienes provienen de otras latitudes. Lo tropical suele identificarse con abundancia de sol, calor, humedad, luz, color, fuertes tormentas, protagonismo del mar, fertilidad, selvas, cacao, maíz, tambores... y la propia gente y sus costumbres, en visible contraste con las habituales en Europa, donde el clima es en general templado o frío. La tropicalidad de Venezuela son sus condiciones climáticas y ambientales específicas, que, unidas a las aportadas por la cultura de sus habitantes, se concretan en las características más peculiares del país. Así, lo meramente geográfico se convierte en una de las fuerzas que determinan la cultura de una sociedad.
Debe señalarse el hecho de que si bien el trópico es zona habitual de devastadores huracanes, Venezuela está libre de estos violentos fenómenos meteorológicos, salvo en la costa y en casos excepcionales. Este afortunado hecho se debe no sólo a que el país está situado fuera de sus rutas principales, sino a que carece de aguas oceánicas con las temperaturas requeridas -superiores a 27 o 28 °C- para la plena formación y avance en dirección al continente de los huracanes. Se puede considerar que 1998 fue un año representativo en este sentido, con la presencia de dos huracanes especialmente destructivos en la zona del Caribe, que sin embargo no tuvieron efectos sobre Venezuela: el Georges, que atravesó en septiembre el Caribe procedente del Atlántico; y el Mitch, en octubre, que se inició como tormenta tropical en la cuenca de Colombia, al oeste de Venezuela, y se dirigió hacia el noroeste en busca de aguas más cálidas.
Ello no significa que, en ocasiones, algunos huracanes no se hayan dejado sentir con cierta fuerza en el Caribe, sobre todo en las islas de Margarita, Coche y Cubagua, e incluso en la costa del continente. Estos temibles fenómenos han provocado fuertes precipitaciones decenas de kilómetros tierra adentro, como la tormenta Brett, de triste recuerdo por los numerosos damnificados que dejó en el área metropolitana de Caracas. Eduardo Röhl menciona un huracán que el 28 de junio de 1933 penetró en el delta del Orinoco antes de dar la vuelta y perderse en el Caribe; probablemente se trataba sólo de una tormenta tropical.
Grandes potencialidades
El clima tropical posee características que quizás no han sido aún explotadas en todas sus posibilidades. La potencia de la energía solar, las lluvias relativamente abundantes y la constancia de la temperatura a lo largo del año son condiciones muy útiles para obtener cultivos tropicales de consumo interno y de exportación durante todo el año, sin las limitaciones que imponen los climas templados y fríos a las actividades agrícolas. El clima y la geografía de Venezuela facilitan el cultivo de productos muy apreciados, con gran futuro en la gastronomía del país. Guayaba, mango, maní, merey, piña, cambur, níspero o mamey son algunas de las numerosas frutas tropicales típicas del país, ricas en sabor y en vitaminas.
Se le ha de dar el valor que merece tener la lluvia concentrada en una sola estación del año; para ello deberían construirse más embalses para almacenar el exceso de agua, y poder usarla posteriormente en el período seco o desviarla hacia zonas que padezcan escasez, en lugar de protestar y padecer las inundaciones del período lluvioso. Se ha de aprovechar la persistencia del viento en el Llano y en las zonas secas, tanto como generador de energía eléctrica como para bombear agua subterránea. EDELCA ya ha mostrado, en la Guayana venezolana, la forma en que se puede aprovechar un clima lluvioso todo el año, construyendo gigantescos embalses y plantas generadoras de electricidad. Por otro lado, los climas tropicales de montaña, más frescos, además de atractivos por sus bellezas naturales y su temperatura, no tienen competencia en la producción de café, hortalizas, flores y frutas.
La tropicalidad en la literatura y el arte La tropicalidad, que ha inspirado a numerosos artistas en todo el área de su influencia, se manifiesta en Venezuela en la poesía de Andrés Bello, que cantó al río Anauco en Caracas o al samán de los Valles de Aragua. En su "Silva a la agricultura de la zona tórrida", poema en el que aspiraba a abarcar toda la naturaleza tropical del Nuevo Mundo, Bello escribe: "Salve fecunda zona que al sol enamorado/ circunscribe su vago curso...".Esa misma naturaleza sobre la que escribe Osvaldo Larrazábal al referirse al azul de Manicuare, población de la costa de Araya: "[...] el azul no es igual, ni es igual el cielo, ni es igual el mar, ni es igual la lejanía de la costa opuesta [...]". A lo que hay que agregar las soberbias descripciones de Rómulo Gallegos o los paisajes del pico El Ávila del pintor Manuel Cabré, nacido en España, que supo captar la luz, el color y todos los matices que la montaña tutelar de Caracas presenta en las diferentes horas del día.
Rica biodiversidad intertropical
Es preciso insistir en que una valoración adecuada de la tropicalidad exige ser consciente de la fragilidad ambiental del trópico. Por ello es necesario implementar medidas proteccionistas, tal como proponen las teorías de la conservación de los recursos naturales. En este sentido, es apreciable la idea del estadounidense Gaylord Nelson, a quien se le ocurrió crear el Día de la Tierra, establecido el 22 de abril. Fue celebrado por primera vez en Estados Unidos en 1970, y desde 1990 se celebra en todo el mundo.
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que en la zona intertropical se encuentran más de las dos terceras partes de las especies vegetales y animales de la Tierra. Sólo en Venezuela se han identificado 20.000 especies de plantas superiores, 1.300 especies de aves, 250 de reptiles, 200 de anfibios, 1.200 de peces y unas 300 de mamíferos. Semejante biodiversidad se ha de aprovechar de manera sostenible, con inteligencia y prudencia, de modo que sea una fuente infinita de riqueza para la sociedad presente y futura.
Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO.




Venezuela: cuencas de los ríos Negro y Cuyuní, y del lago de Valencia




De las seis grandes cuencas que drenan el territorio venezolano, las del río Orinoco, el lago de Maracaibo-golfo de Venezuela y la del mar Caribe, aquí nos dedicaremos a describir las cuencas del Río Negro, del río Cuyuní y del lago de Valencia, menos importantes que las tres anteriores.
La subcuenca del Guainía-Río Negro pertenece a la gran cuenca del Amazonas. Nace en Colombia con el nombre de Guainía y toma el nombre de Río Negro después de recibir las aguas de su afluente, el río Casiquiare, ya en territorio venezolano. Lo particular de esta subcuenca es que el brazo Casiquiare nace en la orilla izquierda del Orinoco, y se lleva una parte de sus aguas al Río Negro. El Casiquiare tiene como afluentes principales, por su orilla izquierda, a los ríos Pamoni, Siapa y Iatua, y desemboca en el Río Negro con una anchura superior a 500 m.
Cuenca del río Cuyuní
La subcuenca del Cuyuní drena hacia la Guayana Esequiba, en Guyana. Hay que destacar lo extenso de su red hidrográfica dentro del territorio venezolano, que alcanza 46.300 km2 hasta la desembocadura del río Acarabisi, en la frontera con Guyana. Entre los ríos que drenan al Cuyuní se destacan el Yuruari y el Cocumo, procedentes de la sierra Imataca. Otros afluentes provienen de los territorios situados al norte del Parque Nacional Canaima, como el Chinamón, Yuruán, Guariche y Supamo; por el extremo oriental hay que mencionar, entre otros, los ríos Botanamo, Matupo y Guarampín.
Cuenca del lago de Valencia
Esta cuenca se ubica en la región centro-norte del país, entre la vertiente sur de la serranía del Litoral y la vertiente norte de la serranía del Interior. Las tres cuartas partes de la cuenca pertenecen al estado Carabobo y el resto pertenece al estado Aragua.
El centro de la cuenca está ocupado por el lago de Valencia, en el cual desemboca toda la red fluvial que se genera en las serranías que lo rodean. Es la cuenca más pequeña del país y la única endorreica, es decir, de aguas interiores sin salida al mar. La superficie del lago es de unos 370 km2, pero su cuenca hidrográfica alcanza los 2.800 km2 aproximadamente.
Los ríos que la drenan son de pequeño caudal. Se destacan el Aragua y el Cabriales. El río Aragua proviene de la serranía del Litoral, al sur de Colonia Tovar, y desagua en el lago por su parte oriental, al oeste de Palo Negro, después de un recorrido de 50 km aproximadamente. Es el río más largo de la cuenca. El Cabriales nace en las elevaciones de Naiguatá, al noroeste de la cuenca, y desagua al oeste del lago después de atravesar de norte a sur la ciudad de Valencia; tiene una longitud aproximada de 30 km.
Otros ríos de la cuenca son Los Guayos, Guacara, Cura, Mariara, Tapatapa, Limón y Turmero, procedentes de la vertiente sur de la serranía del Litoral. Los procedentes de la serranía del Interior son pocos y de longitudes escasas, entre ellos el Tocorón y el Güigüe. En la actualidad, estos ríos transportan cantidades considerables de aguas negras, que han contribuido al deterioro de las aguas lacustrinas.
Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO


Cuencas y ríos del Esequibo


Venezuela: las cuencas del Río Negro o Amazonas y del Esequibo


La cuenca del Río Negro tiene una superficie en territorio venezolano de 52.659 km2 y engloba las cuencas del Guainía-Río Negro y el brazo o caño Casiquiare, que representa una pequeña porción del total de la gigantesca cuenca Amazónica, que tiene más de 7.000.000 km2. Está conformada por una llanura de erosión, la penillanura del Casiquiare. El colector principal de esta cuenca es el Guainía, que adopta el nombre de Río Negro a partir de su confluencia con el Casiquiare; éste procede del Orinoco y tiene su propia cuenca, por la que discurren los ríos Siapa, Posiba y Parimoni. En esta área se encuentra un importante hito fronterizo, representado por la Piedra del Cocuy, triple punto limítrofe (entre Venezuela, Colombia y Brasil), desde donde el Río Negro fluye definitivamente hacia el territorio brasileño.
El brazo Casiquiare tiene un innegable valor estratégico, pues en determinadas épocas del año permite navegar entre el Orinoco y el Amazonas, que lo conecta a través del Río Negro. Tiene una superficie aproximada de 50.000 km2, de los cuales 12.200 km2 se encuentran en la zona en reclamación, lo que le confiere a esta cuenca una singular importancia para la nación venezolana. Los principales ríos de esta denominada Cuenca Alta del Cuyuní son, además del río que le da nombre, el Yuruari, el Venamo, el Botamano y el Erekú, que discurre por la zona en reclamación. En esta cuenca sucede lo contrario de lo que ocurre en las otras cuencas compartidas, pues Venezuela está aguas arriba, ya que estos ríos son afluentes del Esequibo, río de la Guyana, situación que se modificaría en caso de una recuperación por parte del país de la zona Esequiba en reclamación.
Tratados con Colombia
Venezuela tiene una larga historia de negociaciones para la gestión de todas las cuencas compartidas. En 1941, el tratado de Cúcuta fijó un convenio de demarcación de fronteras y libre navegación de los ríos comunes con Colombia, vigente hasta el presente, pero sujeto a una reglamentación que no se ha desarrollado todavía. De hacerlo, permitiría a Colombia la salida al Atlántico a través del Orinoco y sus afluentes.
Otro antecedente es el Estatuto de Régimen fronterizo, firmado con Brasil en el año 1942 y todavía vigente, que regula la navegación por los cuerpos de agua comunes.
En 1989, a raíz del Acta de San Pedro Alejandrino -firmada en Santa Marta, Colombia-, los gobiernos de Venezuela y Colombia, por medio de sus altos comisionados, acuden a afrontar los problemas fronterizos comunes y se establece una agenda que incluye la delimitación de las áreas marinas y submarinas, el comercio fronterizo, las migraciones fronterizas y las cuencas hidrográficas, entre otros. Esta comisión ha llegado a acuerdos mediante los cuales ambos países se comprometen a preservar los ríos y las cuencas comunes.
Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO.





Cuenca del río Orinoco

Venezuela: la cuenca del Orinoco




La cuenca del río Orinoco es la más extensa de Venezuela, abarca más de dos tercios del territorio del país. Se extiende desde las vertientes meridionales de la cordillera de la Costa hasta la mayor parte de la Guayana, en el extremo sur del país, y desde las vertientes orientales de la cordillera andina hasta el delta del Orinoco. Abarca unos 700.000 km2 de territorio nacional, que, sumados a los 330.000 km2 de la República de Colombia, dan lugar a una cuenca total de cerca de 1.000.000 km2.
El Orinoco recibe, por su margen izquierda, las aguas de los ríos Meta, Cinaruco, Capanaparo y Arauca, procedentes de Colombia, y al Apure, procedente del extremo sur de la cordillera andina venezolana (estado Táchira). Más al norte recibe al Manapire, Zuata y Pao, procedentes de las mesas del Guárico y Anzoátegui; y más hacia el este a los ríos Morichal, El Tigre y Guanipa, que se originan en las mesas de los estados Anzoátegui y Monagas, y descargan sus aguas en el Manamo, el segundo caño en importancia de los que forman el delta del Orinoco, después del Río Grande.
Por la misma margen izquierda, los subafluentes o tributarios indirectos del Orinoco más destacados son los ríos Cunaviche, Caparo, Suripa, Paguay, Santo Domingo, Guanare, Portuguesa, Acarigua y Cojedes, procedentes de las vertientes orientales de los Andes. De la cordillera de la Costa descienden el San Carlos, Pao, Tiznados y Guárico. Todos ellos, directa o indirectamente, son tributarios del Apure, el mayor afluente del Orinoco por su margen izquierda en tierras nacionales. Estos ríos, si bien nacen en los sistemas montañosos, drenan también toda la cuenca sedimentaria de la región llanera: oriental, occidental, central y meridional (es decir, la planicie del Apure).
Riqueza hídrica de la Guayana El territorio guayanés (estados Bolívar y Amazonas), de donde proviene el río Orinoco, se caracteriza entre otras cualidades por la abundancia de sus recursos hídricos, los más importantes de todo el país. Esta característica explica la presencia de varias cuencas hidrográficas que, como parte de una totalidad mayor -la cuenca del Orinoco-, denominamos subcuencas hidrográficas, y son las que forman los ríos Ventuari, Sipapo, Sapuare, Cuchivero, Caura, Aro y Caroní. La subcuenca del Cuyuní pertenece a la más grande del Esequibo, en la Guyana; en tanto que la del Guainía-Río Negro pertenece a la inmensa cuenca del Amazonas, ríos ambos que no atraviesan el territorio venezolano.
La subcuenca del Caroní
La subcuenca hidrográfica más importante por su extensión territorial, volumen de aguas y potencial hidroeléctrico es la del Caroní, que drena el río de su mismo nombre. El Caroní se origina de la unión de los ríos Aponguao y Kukenan, cuyas fuentes se ubican en el territorio de los tepuyes, entre ellos el Roraima. Su longitud se calcula en 925 km, y su cuenca tiene 93.500 km2 aproximadamente, en gran parte cubierta por una densa vegetación de selva. Su primer afluente es el Icabarú, procedente de la sierra de Pacaraima, en los límites con Brasil. Aguas abajo se le agregan, por la margen derecha, los ríos Urimán y Carrao, además de otras corrientes de menor importancia. Su principal afluente es el Paragua, por su margen izquierdo, que tiene unos 580 km de largo y le aporta en su confluencia un volumen de agua semejante al que arrastra el propio Caroní.
En su recorrido hasta el Orinoco, el Caroní atraviesa los territorios escalonados de las mesetas de areniscas de la formación Roraima. Por esa causa, en su cauce son comunes profundos cañones, estrechos valles, saltos y raudales; obstáculos más que suficientes para impedir la navegación, pero con grandes posibilidades para la producción de energía hidroeléctrica.
Con el fin de aprovechar los abundantes recursos que ofrece la cuenca del Caroní -una topografía accidentada y escalonada, un caudal abundante y grandes yacimientos de minerales de hierro y aluminio-, dando satisfacción a las necesidades de las industrias metalúrgicas, se construyó el embalse del Guri, uno de los más grandes del mundo. En efecto, el embalse posee una superficie superior a los 2.500 km2 y una longitud aproximada de 90 km entre el pueblo de las Nieves, muy próximo a la unión del Caroní con el Paragua, y el sitio denominado El Pueblito.
A esta construcción le siguieron las represas Raúl Leoni y la de Guri y Macagua, con sus respectivas plantas hidroeléctricas, que se iniciaron en la década de 1960. La energía total producida por las centrales hidroeléctricas en funcionamiento es, en los últimos años del siglo XX, de 9.235.000 Kw, pero se calcula que la década siguiente su capacidad superará los 16.000.000 Kw. Este incremento vendrá de la mano de la construcción de las nuevas plantas hidroeléctricas de Cachamay, Tocoma y Curuachi, próximas a los centros siderúrgicos aledaños a Ciudad Guayana (San Félix-Puerto Ordaz). En la actualidad, la energía hidroeléctrica que se produce en la zona cubre casi el 85 por ciento del consumo nacional.
Las subcuencas del Caura y del Venturi
La subcuenca del Caura es la más amplia después de la del Caroní. El río que le da nombre se forma a partir de la unión de los ríos Merevan y Guadaña. El Merevan proviene de la meseta de Jaua, y el Guadaña de la serranía de Uainama, en la frontera con Brasil. La longitud del Caura se calcula en unos 500 km y la superficie de su cuenca es de 47.000 km2. Sus afluentes más destacados son los ríos Imuco, Yuruaní, Tocoto, Tauca y Tiquire, por la margen izquierda; y Arichi, Cacara, Nichare, Mocho y Sipao, por la margen derecha.
La tercera subcuenca en extensión es la del Ventuari, con más de 36.000 km2. El río del mismo nombre nace en la sierra de Aribana y recorre una longitud de 430 km hasta su desembocadura en el Orinoco. Cerca de su nacimiento recibe al río Jaricheta, por la derecha, y a los ríos Yatiti y Useche, por la izquierda. Más adelante, se le agregan los ríos Asita, Yari y Manapiare por la margen derecha. En su trayecto presenta saltos y raudales (es decir, fuertes pendientes con obstáculos, donde se forman remolinos); entre éstos se destacan los raudales de Sanagua, Cacure y Araguato.
Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO.






Vegetación de Venezuela .


La flora de Venezuela.




Venezuela posee una amplia diversidad de flora entre las regiones que abarca el país; son diversos los factores que determinan la distribución de las especies. La flora que se observa en la parte occidental se relaciona con la cordillera de los Andes, las especies del nordeste están en relación con el área del Caribe y las especies que se encuentran al sudoeste pertenecen a la flora del escudo guayanés, así como al Amazonas. Las líneas de separación entre las distintas formaciones vegetales no están estrictamente definidas, sino que, en la mayoría de los casos, se suceden de forma imprecisa, notándose muchas veces en esos puntos de contacto (también denominados ecotones) la superposición entre una formación y otra. Tal cosa sucede, por ejemplo, entre las formaciones de sabana y las zonas premontanas, donde se mezclan diferentes especies de comunidades vegetales; lo cual da a los paisajes de esta zona intermedia una caracterización propia, aunque sin llegar a determinar nuevas asociaciones florísticas.
La amplia diversidad de especies de la flora venezolana no puede ser reducida a sistemas de caracterización florística o fitosociales; se han de considerar otros criterios que son determinantes en la distribución de las especies, tales como la altura, la combinación de la temperatura y las precipitaciones -y la asociación de éstas con la humedad presente en las diversas regiones-, y las condiciones edáficas del suelo. Se debe tener en cuenta que estos factores, que tienen como punto de partida las condiciones físicas naturales, son la base de la mayoría de los intentos científicos para llegar a una clasificación idónea; por lo tanto, es conveniente, en muchas ocasiones, incluir otras variables bióticas, tales como la participación de ciertos animales, sobre todo insectos, que, conjuntamente con la acción humana, determinan variaciones en los paisajes y en las asociaciones vegetales, influyendo ampliamente en sus procesos ecológicos.
Las zonas áridas
Existe un sistema de clasificación, denominado de Holdridge, que permite integrar toda la información que influye sobre las asociaciones vegetales y trazar un esquema global de su distribución. De acuerdo con esta clasificación presentaremos las principales unidades ecológicas o zonas de vida de Venezuela, resultantes de la actualización realizada por Ewel y Madriz en 1968.
En primer lugar, encontramos las zonas áridas que comprenden tres formaciones vegetales diferentes: maleza desértica tropical, monte espinoso tropical y cardonales o matorral espinoso, siendo esta última la de mayor extensión de las tres. Estas formaciones se localizan en el extremo norte del país, junto a las costas, y abarca también las islas. Las condiciones climáticas que allí predominan y las clases de suelos presentes permiten el dominio de este tipo de vegetación baja, espinosa y rala. Estas formaciones vegetales se desarrollan entre los 0 y 400 m sobre el nivel del mar. Las precipitaciones van de menos de 250 mm a unos 1.000 mm anuales, y la temperatura del aire oscila entre los 25 °C y los 29 °C de promedio anual. Los suelos son poco profundos, jóvenes, poco fértiles y de pendientes suaves. La vegetación es de tipo secundario, con escasas especies arbóreas de hoja ancha; la mayoría de las especies son espinosas y de hoja pequeña. La densidad no es alta. Las especies indicadoras de estas formaciones son el yabo (Cercidium praecox) y el cují yque (Prosopis juliflora); las cactáreas columnares, como el cardón (Cereus hexagonus), y las opuntias como la tuna real (Nepalea cochinigifera) y la tuna de España (Opuntia ficus indica). Otras especies indicadoras son la vera (Bulnesia arborea), el roble (Platyniscum polystacyum), la maya (Bromelia Humilis), el dividive (Caesalpinea corearea) y el guamacho (Pereskia guamacho).
Áreas boscosas
Las áreas boscosas abarcan una gran parte del territorio venezolano. El bosque seco tropical se ubica entre 400 y 1.000 m de altitud, con un régimen de precipitaciones estacional, que oscila entre 1.000 y 1.800 mm anuales, y una temperatura del aire que varía entre los 22 °C y los 29 °C de media anual. Esta formación ocupa toda la parte central del país, extendiéndose de oriente a occidente, y sus límites están representados por las elevaciones de la serranía del Interior y de los Andes, así como las elevaciones del sur. Esta formación se presenta también en los alrededores del lago de Maracaibo.
La vegetación que se desarrolla en esta zona está en parte determinada por los suelos de la región, que consisten principalmente en deposiciones sedimentarias muy variables en cuanto a su edad y calidad, llegándose a diferenciar más de 100 series diferentes. Se observan en esta formación pequeñas agrupaciones de vegetación clímax, en la región occidental y noreste del estado Bolívar. Las especies llegan a desarrollar gran altura -25 m, e incluso más-, son decíduas y de copas redondas. Se destacan la caoba (Swietenia macrofylla), el cedro amargo (Cedrella mexicana), el apamate (Tabebuia pentaphylla), el trompillo (Guarea trichiloides), el jabillo (Hura crepitans) y el saqui-saqui (Bombacapsis sepium), entre otros; también se evidencia la presencia de palmáceas y epífitas (bromeliáceas y cactáceas).
En general, en esta zona domina el bosque secundario y sobre todo las sabanas, que ocupan un 90 por ciento del total. El bosque secundario está formado por árboles decíduos que en época de lluvias se tornan exuberantes, y se asocian a lianas y bejucos. Predominan el samán (Pithecolobium saman), la copaiba (Copaifora offinales), el yagrumo (Cecropia petata), el jobo (Spondeas nombia) y el guasimo (guagruma ulmifolia).
Las sabanas, en el área de bosque seco tropical, se extienden por la parte de la formación que corresponde a los llanos, donde las especies arbóreas son escasas y resistentes al fuego. Se observan bosques de galería bordeando los ríos. En las sabanas dominan las especies herbáceas de tamaño medio bajo, que se desarrollan con vigor en la temporada de lluvias y luego se secan y queman, en gran parte, durante el período de sequías. Predominan las herbáceas, como la paja chigüirera (Leersia hexandra), la paja carretera (Paratheria prostrata), la paja yaguará (Hiparrenya rufa) y algunas leguminosas como la pegapega (Desmodium canun y Desmodium pachyrhizum).
Bosques tropicales y premontanos
El bosque muy húmedo tropical es el de mayor extensión en el país. Al igual que el bosque húmedo tropical, se compone de especies vegetales de alta demanda hídrica. Ambas formaciones se ubican en el piedemonte de la cordillera de los Andes, al sur del país, en la costa oriental, en el delta del Orinoco y en determinados lugares de poca extensión en el centro norte de Venezuela. Abarca desde el nivel del mar hasta los casi 1.000 m de altitud y su topografía varía desde la llanura hasta las fuertes pendientes. Las precipitaciones en el área van desde 1.900 a más de 3.700 mm anuales.
En estas formaciones, el bosque primario o clímax es exuberante; los árboles son de gran porte: pueden alcanzar 40 m de altura. Existe una gran diversidad de especies y una densidad de vegetación muy alta. Se destacan las familias vochysiáceas, sapotáceas, bambáceas, combrateáceas y liliáceas. La mayoría son perennifolias y forman copas angostas y compactas, de hojas anchas y dosel cerrado. Abundan las palmáceas y existe un importante desarrollo del epifitismo (que incluye bromeliáceas, orquídeas, aráceas, helechos y musgos).
El bosque húmedo premontano y el bosque muy húmedo premontano se ubican entre los 600 y los 1.700 m sobre el nivel del mar, en las áreas moderadamente elevadas del país, especialmente en la Cordillera de la Costa, valles interinos, en el sudeste de Bolívar, y gran parte del Amazonas. La precipitación media anual oscila entre 1.100 mm y más de 3.000 mm en los bosques muy húmedos premontanos, con una temperatura de 18 °C a 24 °C. Las especies dominantes son arbóreas, con alturas que suelen superar los 30 m, como el mijao (Anacardium excelsum), que sirve como especie de sombra para los cafetos. El epifitismo es de moderado a fuerte; las hojas de los árboles son siempre verdes y existen pocas especies deciduas. Ocupando parte del bosque se encuentran algunas palmáceas de los géneros Socrotea e Iriartea.
Monte espinoso premontano y bosque seco premontano Estas formas vegetales aparecen en la transición entre las partes bajas y altas de algunos paisajes del país. Se ubican en el centrooeste, desde una franja entre 400 y 600 m, hasta una altura de 1.500 m sobre el nivel del mar. Predomina la topografía con pendiente y las precipitaciones varían entre 300 y 1.000 mm anuales, con una temperatura media que oscila entre 24 °C y 26 °C. El monte espinoso premontano, en el centro norte del país, presenta como especies indicadoras las cactáceas de tipo columnar, árboles pequeños de los géneros cappaceas y casearia, de hojas pequeñas o coriáceas. En la segunda formación dominan las leguminosas, como el roble, el drago (Pterocarpus podocarpus), y el samán. Son especies deciduas, y existen algunos miembros perennifolios asociados a los cursos de agua permanentes.
Bosques pluviales y montanos
Los bosques pluvial premontano, muy húmedo montano bajo y montano bajo están restringidos al norte del país, en la región de los Andes, y resultan especialmente abundantes en la región del cerro Maigualida, entre los estados Bolívar y Amazonas, y los cerros Duida y Neblina, en el estado Amazonas. Se emplazan entre los 1.000 y 2.600 m sobre el nivel del mar, con topografía quebrada o fuertes pendientes y muy abundantes precipitaciones, que pueden superar los 3.600 mm anuales. Estas formaciones corresponden a las formaciones más lluviosas del suelo premontano, donde la temperatura varía entre 12 °C y 18-24 °C de promedio anual. La vegetación se encuentra casi en su mayoría en estado clímax, y dominan las especies arbóreas. Se destacan el caobano (Brunelli sp.) y el platanillo (Heliconia sp.). Se observa abundancia de epífitas, que crecen sobre las ramas, los tallos e incluso sobre las piedras.
El bosque pluvial montano se caracteriza por un ambiente frío y muy húmedo. Se ubica principalmente en la región andina y también en pequeñas áreas de los estados Bolívar y Amazonas, entre los 2.600 y los 3.600 m sobre el nivel del mar. La precipitación media anual excede los 2.000 mm y la temperatura del aire varía entre 6 °C y 12 °C. Es extraordinario el desarrollo y la abundancia de musgos, líquenes y otras especies epífitas. El bosque está formado por árboles de alturas superiores a los 15 m, de hoja pequeña, y se presenta en forma de bosques cerrados, con plantas de tallos delgados y gran diversidad de helechos y bambúes.
Planificación del recurso vegetación La Dirección de Vegetación -unidad operativa adscrita a la Dirección General Sectorial de Investigación y Conservación de Agua, Suelo y Vegetación, dependencia perteneciente al Ministerio de Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables- tiene bajo su responsabilidad el procesamiento de los datos para aportar la información básica sobre el recurso vegetación.Elaborada en base a estudios florísticos, estructurales, fisonómicos, ecológicos y de explotación de la tierra, esta información resulta básica para la preparación, desarrollo y ejecución de los planes nacionales de ordenación del territorio y del aprovechamiento del recurso vegetación.
Formaciones no boscosas
La principal formación no boscosa de Venezuela es el páramo subalpino, que se presenta en las partes más elevadas de los Andes, donde la temperatura media anual oscila entre 3 °C y 6° C, y las precipitaciones entre 500 y 1.000 mm. El frío afecta al crecimiento de las plantas, por lo que dominan las especies bajas, como por ejemplo el frailejón (Espeletia Schultzii), varias especies del género Mypericum y numerosas caméfitas y hemicriptófitas.
Otra manifestación importante de las comunidades vegetales en Venezuela está representada por las asociaciones halófitas, constituidas por plantas que se desarrollan en suelos salinos propios de las zonas litorales; entre éstas se destacan los manglares y los cocoteros. Los manglares se desarrollan a lo largo de las costas bajas y tienen una gran importancia debido a su acción constructora de tierra firme y como refugio de las especies marinas que se alojan entre sus raíces. Los manglares más importantes de Venezuela se localizan en las costas de la llanura déltica, en el golfo de Cariaco, la isla de Margarita, la isla de La Tortuga, las costas del estado Carabobo, el lago de Maracaibo y la zona de Barlovento, en el estado Miranda.
Las especies más representativas de esta formación vegetal son el mangle colorado (Rhizophora mangle), el mangle negro (Avicennia nitida) y el mangle blanco (Laguncularia resemosa). Algunas de estas especies pueden alcanzar hasta los 15 m de altura.
Otras especies de las comunidades halófitas, como por ejemplo el cocotero (Cocos nusifera) ocupan extensas zonas litorales, pero casi siempre en plantaciones de explotación comercial. Otras halófitas presentes son el uvero de playa (Coccoloba uvifera) y el manzanillo (Hippomane mancinella).
Fuente bibliográfica: Enciclopedia Océano de Venezuela
© 2006 EDITORIAL OCEANO





martes, 25 de marzo de 2008

Bienvenido a la Geografía de Venezuela.

Actividad a realizar para el día 11 de Abril ,analizar los mapas que se presentan en el blog para ser discutido en la fecha indicada.

Mapas de Venezuela


Bienvenidos al nuevo sistema blogs. A continuación se te presenta un link que pertenece al Instituo Geográfico de Venezuela Simón Bolívar.